viernes, 9 de abril de 2010

MILAN-MILANO

Volví a Milano con el firme propósito de regresar a Barcelona.  Estaba sin un céntimo. En el viaje -en el que tuve tantas dificultades que en Suiza tuve que solicitar ayuda a las fuerzas de seguridad, que arbitraron los medios para que me acompañaran- me había gastado más dinero y ya era poco y nada lo que, ahora sí, me quedaba.

Preguntando, preguntando, terminé en "la chiessa": un lugar donde dormir, comer, ducharse, regentado por "monjas" sin uniforme. Eso sí, misa cada día. Allí eran todas chicas (mujeres) del este: rusas, ucranianas, checas. Yo, la única sudamericana. Era un sitio, en Affori, que todos conocían si necesitaban personal para trabajar, y a veces aparecía alguien buscando para su casa, mayormente, o para su negocio. 

Yo estaba bastante conforme ya que antes de LAX también había estado en un albergue del Municipio y había sido desalentador.

La situación para mí, en general, empeoró: no me dejaban en paz ni cuando entraba al wc de un bar: venían a golpearme la puerta a ver "¡qué estaba haciendo!" 

Para viajar las chicas me habían enseñado a enjabonar los tickets para reusarlos. Cada día la Stazione Centrale se colmaba de cientos y cientos de personal del este. Era el punto de reunión para ellos. Yo, seguía buscando.
Encontré unos chicos de una Asociación: Comunitá Progetto. Se ocupaban de captar y reisertar gente marginada. Me cayeron muy bien y yo a ellos. Me invitaron a ver su asociación, me invitaron a comer a un restaurant, me propusieron trabajar con ellos, pero, en principio, necesitaba el permiso de trabajo (permesso di soggiorno).

Te voy a ser más sincera todavía y voy a simplificar: el monopolio del manejo, la administración, de la pobreza lo tiene el cristianismo. Ya sean evangélicos en EEUU, (también monjas y curas); en sudamérica, o curas/monjas en Europa (también evangélicos), al menos en España, Francia, Italia. Así que cuando un "no tengo nada" necesita algo, tiene que sí o sí caer en ellos. Así funcionan las Administraciones. Y cuando son cristianos los que te han hecho el feo, la jodiste, pero para toda la cosecha. 
Aún así sigues insistiendo, esperando que las evidencias hablen por sí solas y/o junto contigo.

Esperanza vana, inútil. Lo ven, lo saben. Pero los factores de poder SON EL VERDADERO PODER.

SÍ, LAS DECISIONES

Decisiones, decisiones, tomamos a cada momento, todos los días. Pero yo ahora le llamo decisiones a aquellas que de alguna manera nos van a marcar, nos van a llevar a cuestionarnos, para siempre, si hicimos bien, o no.

Fui al aeropuerto decidida a regresarme. La señorita encargada de gestionarme la partida me vio tan insegura que me comentó que era demasiado evidente que no estaba decidida, por lo que, a pesar de no estar el billete preparado para ello, me extendía la fecha de
partida a tres días más para que me lo pensara. 

Cuando volví a la oficina de AIDS y les dije que me iba, la chica me miró como si me dijera "¡No, la van a matar!! pero su silencio me molestó aún más y pensé, "me importa un bledo que me maten; no será peor que vivir de esta manera".
S., el chico del hotel ya casi ni hablaba conmigo y estaba sola como jamás me había sentido ni estado antes.

Vivir allí era caro: una habitación compartida costaba unos 300 dólares. Cuanto mucho se podía sacar 36 dólares por día, ya que pagaban 6 dólares la hora y no se podía trabajar más de 5 o 6.
Una vez fui a fer un hotel que publicitaba 17 dólares por día. El conserje me preguntó para quén era; cuando le dije que era para mí, me dijo "No". -"Cómo que no?, por qué?". "Porque no le garantizo su integridad personal", me contestó. No volví a recordar el aeropuerto como posibilidad. No sabía que era un lugar en el que se podía estar y permanecer y no se me ocurrió ni siquiera pensarlo.

Llamé a una tía mía por parte de Teresa. Dejé un mensaje ya que no estaban. Pero, ¿otra vez con cosas ligadas a Teresa?

Por otro lado, saqué un muy mal cálculo: Tenía la residencia española; en Estados Unidos me quedaba ilegal y sin perspectivas de cambio... Así que sí, regresaría, denunciaría a Dn. Alejandro Ruiz por lo de las tomas en el baño, volvería a buscar un trabajo de interna, buscaría luego donde vivir y renovaría la terjeta y luego planificaría mi vida tal como había pensado cuando estaba en Rios Rosas: sacarme el carnet de conducir, comprarme el coche y hacer mi vida retomando una actividad que tuviera que ver con la venta y/o lo administrativo. 
Y en Estados Unidos estaba asustada. Un día había estado en una cabina de la acera hablando por teléfono con S y uno pasó corriendo detrás de mí insultándome: "hija de tal por cual". 

S. fue quien me llevó al aeropuerto. Que no me fuera, que aún no habia disfrutado de todo lo que ofrecía EEUU... ¡No, claro que no! De hecho me había pasado quince días angustiada, desorientada, no dando pie con bola, viendo como todo se repetía, las relaciones terminaban siendo coaccionadas y alejadas y yo que no me habia decidido ni siquiera a comprar cosas como para salir a vender, y ahora me había quedado sin dinero. Además era un constante lloreo con una tremenda angustia que ni siquiera entendía por qué, porque si era por lo de siempre, ya estaba acostumbrada, así que esta nueva forma de "sentir" no la tenía tampoco muy clara. 

Anque aquella chica del coche y los bomberos y policía, resultó que no había sido ella, lo cual me dió una  gran alegría cuando la volví a ver en el centro (hasta las lágrimas), la experiencia primera me había dejado un poco a flor de piel. La negrita guapa enamorada se había marchado del Shelter porque había conseguido entrar en el programa que había estado esperando...

Claro, no, no había visto cómo se vive "bueno" en Estados Unidos. Incluso había querido irme a San Francisco, pero necesitaba 60 dólares, que no los tenía ya.

Que me quedara? Cómo? -"No me quedan más que diez dólares!"- le decía yo a S llorando a mares. -"No sé qué hacer. He pasado los quince días y no he hecho nada. ¿Qué voy a esperar?, quedarme que no tenga ni siquiera donde vivir, en la calle?" S. estaba casado y el tampoco estaba fuera de estar manipulado y me decía y hacía lo que le habían indicado. Es notoria la falta de espontaneidad y naturalidad de los que están manejados; no había dicho ni una vez de presentarme a su mujer o de ir a su casa. Y tampoco, al ver que yo ya no tenía más dinero, me había ofrecido nada. 

Al principio, cuando yo recién llegué, me había comentado que tenía mil conocidos, gente que tenía joyerías (a miles en LAX), y que podía presentármelos para ver de trabajar con alguno de ellos. Así que, al ver que eran las mismas manipulaciones de siempre, y tan lejos (¿?) me asustaban. Siempre lo mismo: "no hagas esto, no hagas lo otro", pero nadie ofreciendo que hacer, ninguna sugerencia efectiva; nada.

Así que regresé a Italia...