miércoles, 27 de abril de 2011

PRO ASOCIACION CONTRA LA APROPIACIÓN INDEBIDA DE VIDAS HUMANAS



Así fue como un día cualquiera pedí me dieran el alta, ¿qué estaba haciendo yo allí? Y la Dra. López me explicó que no me la daban por el hecho de que yo n o tenía a dónde ir, y que no podían dejarme ir a la calle… otra vez…


No sabía si reirme, si ponerme a llorar o mandarla a la mierda, cosa ésta última que no me lo permitía mi buena educación.

Creo sí que fue entonces que empecé a pensar en el hecho de ir a verla, en serio. Después de todo lo que necesitaba era irme del hospital y luego podía volver a hacer lo mismo que antes, volverá a los bancos, a las plazas… a la calle.

Tengo completamente borrado como fue que contacté finalmente con ella, pero sí recuerdo cuando fui al despacho de López a decirle que me iba a quedar en su casa, porque la cara de satisfacción, no solo de ella (era más profesional, más discreta), sino la de una doctorcita o enfermera, ya ni me acuerdo me sentó como una patada en el hígado. ¡Pero qué se creen que saben éstas! ¡Quien se creen que es esta mujer! No tienen la más mínima idea, ¡y ni siquiera les interesa!, pero ¡opinan, juzgan, condenan y absuleven! ¡Increíble, alucinante, demoledoramente sorprendente, humillante! ¡¡¡INDIGNANTE!!!

Bajo unos supuestos conocimientos que se creen que los están llevando a la verdad, pisotean la verdad misma, convirtiéndose el estandarte de la ignorancia más excelsa, en el grado más álgido de la imbecilidad. Y no tienes ni derecho a indignarte!

Se apoderan de ti, te apalean, te visten de ropas que a ellos les parece que te van (es decir, te cargan de una personalidad que nada tiene que ver contigo), ignoran con una sordera digna de una película de ciencia ficción todo vestigio de verdad, de testimonio, de evidencia, y así, ciegos, imbecilizados y clonados mentalmente, moralmente, se hacen dueños-verdugos de tu persona. Y no tienes ni derecho a indignarte…

Sé que con T. antes de que saliera hacia su casa para dejar el hospital, tuvimos llamadas telefónicas, no sé si yo la llamaba o era ella la que lo hacía al hospital. El caso es que en una de esas comunicaciones telefónicas, una de las internas que había llegado hacía un par de días, se puso a gritar tan fuerte como podía como hacía casi siempre, casi interrumpiéndose la comunicación…

Tampoco recuerdo cómo y cuando terminé saliendo finalmente de allí, a casa de T.

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PRO ASOCIACION CONTRA LA APROPIACIÓN INDEBIDA DE VIDAS HUMANAS


Bien, ya habías tenido indicios suficientes adentro del nosocomio como para perder toda esperanza de que las cosas fueran a cambiar. Así que saliste a la calle absolutamente convencida de que todo estaría igual que cuando te secuestraron y, la verdad, mucho no te importaba. Solo querías salir, salir de ahí adentro, pretender que el afuera significaba libertad, condición bien pocas veces apreciada en su justa medida.


Efectivamente, el afuera, el adentro, era todo igual: clones que cambiaban de aspecto exterior, pero que se movían todos iguales, con las mismas miradas, los mismos gestos, las mismas conversaciones direccionadas; las mismas falsas acusaciones que no lo eran solamente por lo que tanto me daba vueltas en la cabeza, sino en el verdadero motivo del asedio, del ensañamiento. Siempre estás queriendo creer, creer que “la gente” no juzga equivocadamente sino a no ser cuando está manejada, manipulada, con la esponja primeramente vaciada y luego vuelta a llenar con lo que en ese momento y para ese fin, conviene. Pero, ¿qué era finalmente lo que se rumoreaba para tanto odio? ¿Qué habían hecho conmigo…? ¿Tenía alguna lógica que fuera para defender, solo para defender a una mujer perteneciente a una organización religiosa? No tenía sentido.

En ese momento de mentida libertad, no lo quería pensar, solo experimentaba la borrachera que me significaba la “medicación”, estaba en babia, atontada. Ya no balbuceaba, pero todavía hablaba lento, muy lento, igual que lentos eran mi caminar y mis movimientos. Me era totalmente imposible hacerlo de otra manera. Y eso sí, eso sí me lo preguntaba ¿por qué?, por qué a una mujer totalmente pacífica la habían reducido a una gelatina?

Y una vez más ¿qué habían hecho conmigo, con la historia de mi pasado? No lo sabía. Sabía que nada tenía que ver con el hecho de que si eras o habías sido puta, o porno. Las putas y las porno están muy bien atendidas la mayoría de las veces, se las invita a la televisión, se les hace reportajes y hasta se las “quiere”. No, esto tenía que ver con algo más, pero qué…?

Como ya dije, este hospital se encuentra a dos calles de donde en ese momento se domiciliaba M.T. del Campo Molina Vda. De Forns. Y, desde la Rambla Gaudí, se ve el edificio, o sea, lo que era su ventana balcón.

No fue al principio que se me cruzó por la cabeza, sino en alguna de mis otras salidas.

Tengo el enorme defecto de olvidarme de las ofensas que me hacen (o lo tenía?), y francamente cuando miraba en dirección a su casa las veces que salía, no lo hacía pensando mal ni con malos recuerdos, ni con rencor, sino solamente, -“¿y si fuera a saludarla?”-

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