miércoles, 19 de mayo de 2010

EL SIN TENER DONDE ESTAR

Muy bien. Seguimos en 2001. Comenzaría el peregrinaje del sin tener dónde estár. Fue, desde luego, una experiencia notable. No quería ir a fastidiar, después de lo vivido, a aquellos en donde ya había estado. Así que entre experiencias de tener que dormir en Sant Estació y bancos de los diferentes paseos, también dormía en un hotelucho, el más barato que había encontrado después de dar innumerable cantidad de vueltas, con lo que me daba Mossèn Antoni.

LLegó septiembre, importante para mí por lo que significaría el atentado a las Torres Gemelas.
Ese día estaba durmiendo la siesta cuando, de repente me desperté y bajé a la salita sin intención de quedarme. El televisor estaba encendido y tres hombres miraban fijamente las imágenes de las que me quedé prendada yo también. En algún momento pregunté qué película era. Me miraron extrañados y me explicaron que era en vivo y en directo desde Nueva York, que eso estaba ocurriendo. Acto seguido, se estrella el segundo avión. En mi estupor, lo único que se me ocurrió decir, fue "ésto es la guerra, ésto es la guerra"...

Económicamente me sustentaba medianamente pidiéndole a la gente. Deposité muchas esperanzas, para salir definitivamente de toda esa situación, en Mossèn Antoni, pero, obviamente, fue en vano. Casi por el contrario, las cosas empeoraron de la manera más atróz, porque no sólo no pude volver a incorporarme "en la sociedad" sino que hube de empezar a experimentar los tormentos energéticos-mental que jamás se me hubiera ocurrido pensar que existieran y comprobar su poder de destrucción y tortura física, hasta hoy. Las mentiras -cuando juegan determinado regímenes-, pueden más.


LO FUNDAMENTAL DE LA AUTOCRÍTICA

Un país que no tiene autocrítica, que no quiere ni ver ni oir de sus errores, es un viejo cascarrabia, prepotente y autoritario, que no tendría ningún problema en volver a repetir, y, probablemente, sin darse cuenta de que otra vez se está equivocando.

La autocrítica sirve para identificar qué hemos hecho, cómo lo hemos justificado y, viendo los resultados, saber si hemos estado en lo cierto o si hemos errado y, de ser así, nos da la oportunidad de ayudarnos a reconocernos como quien se mira al espejo, y muchas veces nos hace bajar del pedestal de la soberbia y el falso orgullo que nos hace pedantes y odiosos.

Pocos son los que pueden estar legítimamente orgullosos, porque pocos son los que lo han logrado por mérito propio y sin joder a los demás.

El negar la revisión de nuestra historia cuando las circunstancias lo requieren, es no querer reconocer lo que fuimos -y que aún tenemos incorporado en nosotros- y en el caso de la historia de un país es el riesgo casi seguro de volver a repetir, ya que no se conocerán los síntomas (por ignorancia de los hechos pasados), y siempre será justificado, como antaño, por una buena razón-causa.

Perder la memoria, no.
Vivir en el pasado, tampoco.

La memoria nos ayuda a reconocer los síntomas, si se nos presentan, de lo irregular, de lo que puede ser patológico, para, al reconocerlos,  poder actuar preventivamente, antes de que se enquiste, y ya sea tarde.

LAS BASES

Un único Gobierno, Vaticano, gobernando desde las sombras de cualquier denominación, grupo, institución (de salud, por ejemplo), o uniforme, empujándonos hacia el abismo de lo retrógado del siglo XIV.

Mucho desarrollo tecnológico y avances en lo científico, pero como especie vamos hacia la robotización, hacia la más absoluta y abyecta irracionalidad de la obediencia ciega  y el silencio más cobarde, con sus pactos tácitos o concertados en donde sus bases son EL TERROR, que va más allá del miedo.

Y sí, lo del Juez Baltazar Garzón Real, a mí me da, además, verguenza ajena y miedo porque nada se hace por azar en política o ideología. Y esto tiene todo los visos de ser tan solo el principio.

La transición debió servir para cambiar, y estos señores pertenecientes a la "Vieja España" debieron haberse acogido a la jubilación anticipada, pasar a retiro voluntario o al menos alguien debió de habérselos sugerido. Pero no, ahí han seguido estando y hasta en algunos casos se los ha recolocado. Y la casa está que se cae de anquilosada, de vieja y retrógada y autoritaria.

¡Qué pena España, qué pena! Tenías dos caras: una externa y otra interna. Ahora el mundo acaba de ver la interna y -por falta de observación- no sale de su asombro. Pero es ahora cuando por fin das la cara, la verdadera. Te has quitado el velo frente a todos, liquidándote a un primogénito (ha habido otros menos notorios), y todo el mundo se está preguntando, ¿pero, qué haces?
E incluso los que te conocíamos las dos facetas también hemos quedado pillados. Esa mañía que tenemos de querer creer...
Y también nos indignamos y ofuscamos y enfadamos, porque no dejamos de vernos en ese sacrificado por los más altos intereses, esa fantasmada llamada PODER.

Y repito, nos acabas de robar la esperanza.

Muy bien, resignémonos a volver al siglo XIV.

La ventaja del Sr. Juez B. Garzón Real, es que siempre tendrá (y así sea) el apoyo y el favor. Pero que un Juez, en plena democracia de un país europeo del siglo XXI tenga que autoexiliarse? Es demasiado para la razón.