viernes, 14 de mayo de 2010

EL MERCADO

Y el mercado es cruel, insensible, frío, calculador y predador.

Podemos tranquilamente poner como ejemplo Argentina. Es un país en que los sueldos tienen un poder adquisitivo bastante inferior  (4x1 en relación al euro-dólar?) a España y/o Estados Unidos, pero en España (por Barcelona, por ejemplo) un pen-drive de 2Gb cuesta 8 euros, mientras que por Argentina cuesta -según una información-  el equivalente a 12 euros. Como se puede observar con un pequeño ejemplo, el grado de explotación hacia las sociedades "en vías de desarrollo" es, como poco, vergonzoso, y eso que muchos desconocemos el funcionamiento de la economía interna de los países, pero si conociéramos sus mecanismos de explotación y ganancias, nos caeríamos de espaldas, con seguridad, ya que la supervivencia de los países no siempre es una cuestión de gestión-explotación interna, sino que en un porcentaje quizás demasiado elevado, depende de las transacciones internacionales y su intercambio económico por medio de  inversiones casi siempre más que provechosas y abusivas desde el punto de vista de lo equitativo y solidario. Es, en mucho, de esta manera que los países desarrollados  viven un standar de vida elevado aunque sus propios recursos no lleguen a abastecer las necesidades primarias de las poblaciones.                                                           
Y no se puede prescindir del mercado aún siendo que sus intereses suelan ser opuestos a los intereses del ciudadano medio, ya que es el quien marca las reglas del juego, porque es el el que hace que la economía, aunque sea mediocremente, funcione. Marca las reglas del juego porque es de el de quien se depende para que la economía siga funcionando. Si al mercado se le impide, coaccionándolo y reglándolo, el mercado simplemente lo único que tiene que hacer es instalarse en otro lado y para él se acabó el problema, en tanto que la región en donde hasta ese momento estaba funcionando, se queda acéfala del mínimo circular económico y con una enorme cantidad de mano de obra desocupada, que, por supuesto, es la que va a hacer entrar en crisis a dicha región.                                            
Quizás entonces cabría hacernos la pregunta ¿cuál es la fórmula para que cese la explotación abusiva y conservar las fuentes de trabajo y el intercambio comercial?                        
Lo que es yo, no tengo la respuesta.                                           
Lo único que me queda a mí es recordar que "nacionalizar", por ejemplo, no funcionó: las empresas siempre terminaban dando pérdida; y privatizar, tampoco, porque los "intereses" siempre han sido foráneos.                                                          
Para terminar, llegaríamos a la conclusión de que es una cuestión de (otra vez), sensibilidad, moral y ética, de no considerar al bípedo implúmedo con un mero objeto de beneficio personal (o colectivo) empresarial-industrial.