viernes, 21 de mayo de 2010

¿QUÉ...

Sentadita ahi, en los jardines del paraíso, se me acercó un ángel (¿por qué será que nunca falta uno?) y me preguntó se quería un cigarrillo -¡por supuesto que sí!- y si quería, en la cafetería, un café...

Tuve entonces la suerte de encontrar a la mejor persona que había ahí adentro. Un hombre que llevaba entonces diez años allí. Toda una historia de vida trágica: alcohol, el atropello por un choche, habiendo estado hecho pedazos por ello, ahora recauchutado de pura ciencia, y adicto. Ingresó por ambas cosas, el alcohol y las drogas, elementos ambos que le exasperaban el carácter; curado del alcoholismo, pero no de los estupefacientes: hachis.

Desde que me ofreciera ese primer cigarrillo y ese primer café, no nos separamos más, excepto para ir a dormir y a comer; a veces hasta sacrificábamos la comida con tal de estar juntos.  Era lo único bueno, realmente bueno, que había ahí adentro. Lo demás una constante provocación (para sacarte de quicio) y asedio. Y para más inri,  lo más caraduramente posible, te preguntaban "y aquí, ¿cómo se siente, siente que la acosan, que la persiguen?", y tú te quedas mirándolos sin saber si mandarlos a la mierda o hacerte la imbécil y dejarla pasar. La dejaba pasar sin contestar o deviando la contestación: sabes que te estás jugando, aún, más el cuello.

Ves, cuando te hablo de que olvidar es más saludable, me refiero a esto mismo. Todo esto lo tenía completamente olvidado, no lo he traído a la memoria desde que lo viví, y ahora que estoy volviendo a recorrer este camino, al relatarlo, por mi memoria, me duele tanto tanto como antes; me denigra tanto como antes, me humilla y me llena de indignación e impotencia igual que antes. Me envejece diez años recordar esto, recordar a estos psicópatas personajes llamados profesionales de la "salud mental" que no tienen ningún pudor, ninguna verguenza, ninguna moral; que son capaces de asesinar a sangre fría por mandato, porque alguien se los indica o los intruye para ello. Víctimas, víctimas al matadero, con un concenso social que, como mínimo, averguenza.

Una vez más, no traigas los hechos de tu vida dolorosos al presente, ni mucho menos vivas en ellos, rumiándolos como las vacas. Es un tormento que no vale la pena y te roba vida, además de envejecerte.

DONDE MANDA CAPITAN...

Preparé toda una documentación para que por medio de la T.Social, le fuera entregada al abogado de S.O.S Racisme. Nunca le llegó, según pude confirmar telefóncicamente mas tarde, a pesar de todas las precauciones que tomamos, porque yo ya sospechaba que ésto ocurriría.

Nunca pensé en malas intenciones cuando la T. Social me llevava la la parte exterior, una planta más abajo, a pasear por lo que ella denominaba jardines, en los que funcionaban otros hospitales.

Estaba cerca la primavera y las flores estaban en plenitud, así como lo verde y frondoso de los árboles...

No sé cuándo fue, pero entre la T. Social, la psicóloga y otros, me "invitaron" a bajar a uno de los hospitales de los jardines, ya que debía pasarme una temporadita más allí, y, pese a mi oposición (ya que era opcional), se ocuparon de acompañarme hasta allí, cagándose una vez más en lo que yo decidiera.



FUERA DROGAS

La desolación, el abandono, la denigración, pasaron a ser absolutos, y de ninguna manera iba yo a darles teléfonos de aquellos a los que también hubieran jodido si se los hubiera dado; y es que terminas tarde o emprano descubriendo que lo único que les ha interesado siempre es cerrar el círculo. Sin un céntimo, sin cigarrillos, medio idiotizada y ralentizada y dolorida por las drogas...

Yo, que durante toda mi vida había rechazado las drogas, y había evitado el alcohol para cuidar lo que he considerado el tesoro más grande que podemos tener: la mente; yo, que no tomaba ni aspirinas, estaba forzada a estar drogada hasta la médula... Yo, la más pacíficas de las pacíficas...

Y vistiendo todo el día un enorme pijamas rosa. Y sin saber, sin entender... Lo había explicado todo, había luchado con todas las armas de las que había dispuesto, y, aún así, ahí estaba: puteada.

No sé si mi error en todo este tiempo fue el no explicar que jamás había sido puta, prostituta, porno... Siempre dí por sentado que eso era indiscutiblemente impensable, que no se podía poner en dudas... Vamos, que jamás se me ocurrió pensar que puedieran imaginárselo.Hablé con una doctora (de la que no recuerdo su nombre), con la que acordé no más drogas.


Las demás sesiones con ella, si yo estaba desesperada -que notablemente fue una observación que ella me hace a mí-, eran más desesperantes todavía: me estaban asesinando sellándome como puta-porno-loca de por vida, y ella, como si estuvieramos de tertulia, hablándome de sus cuatro hijos, y preguntándome ¡a mí! qué hacer si la justicia no responde, si las denuncias no habían funcionado...Pero tampoco me explicaba el motivo del por qué yo estaba ahí, por qué no me daba el alta, por qué no hacía lo que correspondía que era decir que yo no tenía absolutamente ninguna dolencia mental, ni nada de nada. ¡Ah, divina ella!, que quién iba a saber que yo había pasado una temporadita en un psiquiátrico...

Con el tiempo las conversaciones se redujeron a que a dónde iba a ir si salía de ahí, ¿otra vez a la calle?, y que no, "no podían hacer eso"(¡¿?!).

Con la psicóloga, ni hablar. Una jovencita instigadora, mal educada, soberbia y acosador hasta cuando iba a somarse algo al bar, con la que no hablé más de dos veces, creo. No quise más; ya había tenido bastante...