Lo que es yo, ante semejante suceso, no había sentido absolutamente nada.
Y me quedé cortada en ese darme cuenta. Durante tres días no pude dejar de pensar en esa persona y en mi propia frialdad ante el hecho. En quién era y que era lo que había ocurrido.
A los tres días tuve que volver al mismo lugar, y de paso por la ventanilla de la venta de tickets, pregunté qué había sido. "Ah, uno que se arrojó a las vías; un boliviano", me contestó el ticketero, como si dijera que no había pasado nada, que sólo se había abierto una maleta...Me asombró e indignó más su actitud que mi propia postura. Era como si hubiera dicho "no, se desparramó una bolsa de basura". Fui a esperar mi tren ya de regreso y me inspire a hacerle un poema -que como no lo escribí en el mismo momento, se me esfumó-. Se llamaría "Insensibilidad". Pensé en su decisión en Bolivia de viajar a España a ver de buscar otros horizontes detras de mares, tierras y fronteras, a ver si hallaba lo que allá no. Que quizás se había marchado con lo último que le quedaba y dejando promesas. Que junto con el billete de viaje y la maleta, había viajado con un sueño por cumplir, unos planes para realizar y unas ilusiones que esperaría concretar. Pensé en su lucha de inmigrante, en las respuestas: "Si no tienes papeles... no, no hay trabajo." Pensé estaría sin más dinero, pensé estaría sin tener donde vivir, pensé en su sueño convertido en la pesadilla de la realidad golpeando fuerte y bajo; pensé en su sensación de fracaso y punto final como carga y las promesas muertas. Pensé en que vio la muerte de su futuro antes de decidir su propia muerte... El mundo acabado, antes de acabar consigo mismo también. Y en "nuestra" insensibilidad ante tanta desolación de un alma para llegar a esa determinación.
Y a nadie le importaba.
Ni a mí me dolió.
Leí (y recomiendo) "El Idiota Moral", de Norbert Bilbeny. Cuando lo leí me pareció extraordinariamente esclarecedor de cómo se llega, se consigue, insensibilizar a las masas.
Casi siempre, a fuerza de ver dolor, y de padecerlo, si sobrevives, te insensibilizas. Y digo casi porque puede ser una de las razones, a veces.
Los discursos inclinados hacia cierta dirección también terminan provocando este mismo efecto. La frivolidad, la superficialidad, el culto a la banalidad, la irreflexibilidad...
Y es en ese estado emocional que tenemos un mundo como el de hoy, que nunca sabré si es peor que ayer, o solo más difundido.
Pero el amor, que pensándolo un poco, quizás se genera propiciando los ingredientes opuestos a los anteriores, es una energía de responsabilidad - (!qué palabra¡), de compromiso...
Cuando estuve en Estados Unidos, una de las cosas que más me agradó fue que cada vez que subes a un bus quien conduce te da inequivocamente los buenos días/tardes/noches.
Qué poca cosa, qué poco cuesta y sin embargo qué buena impresión que te produce.
La cortesía, la amabilidad, el trato respetuoso, la consideración, quizás podrían ser unos mínimos buenos ingredientes para comenzar a fomentar la energía de amor...
Aunque es cierto, hay tanto mar de fondo, que, como me comentó alguien en españa, suena a hipocresía; pero qué bueno que sería que empezáramos, como al principio, desde casa, desde nuestro entorno, a ayudarnos a crecer en este sentido, porque no cabe duda de que por no ser hipócrita, nos estamos volviendo unos desagradables, insoportables, incompartibles seres, cargados de groserías, malos pensamientos, sentimientos y acciones, y, como digo yo, eso también es "contaminación ambiental"; y de la peor.
A propósito del tema, me parece apropiado anexar las siguientes frases de Jorge Bucay:
"...uno crece. Nadie le crece. Pero ello no ha de ser una coartada para abandonar a alguien, nunca mejor dicho, a su propia suerte."Y de esto se trata cuando asumes tu propia responsabilidad sobre tus actos en cuanto puedan atentar, ya no contra tí, que si tu quieres y crees que vale, te la juegas y pones la cabeza para que te la corten, sino contra los otros por tí.
Siempre tenemos responsabilidad hacia los demás en lo que actuamos, y ante la misión, ¿qué prevalece más, el deber o el amor?
El amor es y constituye un freno de la individualidad.
Soy, creo, enseño y recomiendo el individualismo. Pero no el individualismo a ultranza, caiga quien caiga y a costa de todo y todos. No, no, no. Hay cosas en las que tenemos la obligación moral de hacernos responsables y ese límite que pone el amor es el poner en riego al otro. Y el miedo.
El amor y el miedo son dos frenos poderosísimos.
Pero el miedo se puede -y se debe- vencer ante la mision.
- El amor, nunca!!!-
¿Cómo se genera el amor? Promocionándolo, fomentándolo, practicándolo con la compresión, con el entendimiento del otro; y eso no significa estar pegados, juntos.
Todos estos escritos tienen la finalidad de restaurar, de reivindicar. Sobre todo a los ausentes: mi papá y mi hermano..., y luego a mí misma, a los míos. Para que se sepa quién es quién y como es (y ha sido) cada quien. Es una obligación moral.
No hay comentarios:
Publicar un comentario