lunes, 22 de marzo de 2010

PARECE MENTIRA PERO NO LO ES

Ahora, en el trabajo de Ríos Rosas me habían hecho contrato de trabajo y lo habíamos presentado a Gobierno Civil. Pero ya habían comenzado los problemas "raros", sin motivos reales (o aparentes). El vecino del piso de arriba, inquilino de la señora y amigo, de un día para el otro se me había dado vuelta, y ahora cada vez que venía a ver a la señora -todos los días- le llenaba la cabeza a la señora en mi contra. Nunca se había portado groseramente, pero un día vino cuando yo estaba poniendo la cera en el suelo y pasó como si nada, cosa que se lo reproché. Que yo me dedicara a lo mío, y me llamó "impresentable". Yo no tenía ni idea lo que quería decir, pero supuse que nada bueno sería.

Yo era irreprochable. Llevaba las cuentas con todas sus facturas, sus tickets, alimentaba a la señora balanceadamente -sé de eso-, le hacía sus curas y tenía esa casa grande y vieja hecha un lujo de limpieza. Eramos la señora y yo, nadie más. Todos estaban encantados.
Pero entre el vecino de arriba y la mujer que venía a "hacer horas" (a robar, porque ni falta que hacía que viniera, pero como también era "amiga" de la señora, venía igual, y no sólo cobraba, sino que siempre le sacaba de más: cuando no era el hijo ingresado, era la hija enyesada), me hacían la guerra usándola a mi anciana.

Cuando lo hablé con quien me había contratado, el apoderado, y heredero, él sentado en uno de los sillones de la galería, mirándome, y yo parada mirando para el jardín, me contestó a mi queja diciéndome: -"Dentro de cinco años, me vas a seguir diciendo lo mismo?"- Yo me sorprendí y lo miré; y pensé para mí "vaya a saber dónde voy a estar yo dentro de cinco años"...
Estaría un poco en la calle (sin techo) y un poco encerrada en un psiquiátrico.

Un día estaba regando las bellísimas plantas y árboles del jardín. Era una tarde bellísima y el olor a riego era exquisito. Era felíz. Aspiré hondo y me embriagué de ese momento, y, de pronto, la jodí. Me pregunté ¿cuánto me va a durar ésto? Y mi interior me contestó: octubre.

Y llegó octubre. O antes. Setiembre. Se juntó todo. Entre el vecino y la de horas (que no habían ni mucho menos aflojado en su guerra contra mí) y yo que ya necesitaba tener al menos un día completo para mí, sin tener que escuchar a la señora -tenía alzeimer, 87 años, y nunca dormía tampoco una noche sin levantarse -con ayuda- tres o cuatro veces,- las cosas se volvieron prácticamente insostenibles.
Encima me habían rechazado los papeles en Gobierno Civil y me exigían la vuelta a Bs.As. a buscar el visado. ¡Ni hablar! ¡Yo a Bs.AS. no viajo!.

Para más, le había dicho al apoderado que si no me daba un día entero, me iba... Qué atrevimiento! -"Bueno, vete". había sido la respuesta. Que por nada me daría un día completo como yo quería.
Realmente ganaba muy bien, 150.000 pesetas y las propinas cada vez que le liquidaba las cuentas.
Luego me arrepentí; y se hizo casi una junta familiar, para ver de mediar, porque yo no me quería ir, sólo quería un día entero. Y el apoderado decía "NO". Ahora que lo pienso, tendrían miedo de que los denunciara? En ese momento ni se me cruzó por la cabeza.
Yo quería que entendiera que necesitaba un día para levantarme a la hora que me diera la gana, ¡no oir a la abuela todo un día con su noche!, no tener que estar pendiente de que si a las 9 de mi día de salida tenía que estar para darle la cena y acostarla! Y el apoderado no, que no, que no. La familia que ¿por qué no? y el que ahora el que quiere que se vaya soy yo. Que se vaya -decía enfadado. Y el otro: -"Pero, por qué?, si ella tiene razón, y no quiere irse. Lo que quiere es un día tranquila".- Y el, que no. -"Que no puede ser, que tiene que ser como hasta ahora".- -"Y ni tampoco. Yo no quiero gente que no esté con los papeles en orden y ella no quiere viajar, y se los rechazaron. Y ahora no quiero que se quede".- Y no hubo manera.

No sé qué le habrían dícho, pero cuando estábamos preparando el cambio (una chica que me reeplazaba y yo tenía que enseñarle) me dijo que ahora iba a poder estar libre y hacer lo que quisiera. Y yo pensaba: -"Si supieras lo que me espera...".-

Yo ya había descubierto que tenía otra vez lo de Bs.As. encima. Cuando me dí cuenta, lloré, por favor, lo que llóré. Le suplicaba a "dios" que no fuera posible, que no fuera cierto. Pero sí. Lo era.
Por qué, qué querían.

Aparecían libros en la biblioteca que antes no estaban: la biblia, libros sobre cuentos con curas, uno de Escribá de Balaguer, y no sabía quién los traía tampoco. El apoderado, yo sabía que no era. Pero quién, para qué, por qué...
Y ahora, otra vez a dar vueltas de aquí para allá.

Era el mes de octubre.

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