jueves, 28 de abril de 2011

DE LAS TRAICIONES, LAS MAS BAJAS


PRO ASOCIACION CONTRA LA APROPIACIÓN INDEBIDA DE VIDAS HUMANAS



No tengo ninguna memoria de cuando llegué a la casa de T. Fue desde luego sin ninguna esperanza ni alegría: sabía que iba a ser otro problema más a resolver en el futuro; lo que  no sabía era cuando. Y es que hay indicios que te van marcando las pautas de lo que en realidad está pasando o puedes incluso esperar. Jamás desde que supo que estaba en el San Pablo, se acercó a verme (tampoco yo lo hubiera deseado, ( ¿a quién le gusta que lo vean embadurnado en la misma mierda?). Pero no por eso te quedas menos perpleja ante la actitud no ya indiferente ante los hechos en los que has estado envuelta en los últimos años,  el que “se enterara” de que habías estado viviendo en la calle, el que por luchar por tus derechos de cómo mínimo (o máximo) “ser” humano se te haya encerrado, sino por la complicidad encubierta: hablaba con la Dra. López a tus espaldas…
La cronicidad, los hechos repetidos una y otra vez, como un círculo vicioso, como una espiral que te tira y tira para abajo, porque estás en el centro del ojo del huracán.
Con este panorama de saberte andando con puñales clavados en tu espalda, teniendo que comerme el hecho de que me faltaran cosas de las entregadas en el hospital cuando llegué, con el estado físico hecho una piltrafa, moralmente deshecha, pero sacando fuerzas de una creencia absurda, ridícula, de que algún día se te va a hacer justicia, que vas a dar con los seres/situaciones adecuadas para recuperar tu vida, tu identidad, ahí vas, hacia la puerta a la que una y otra vez te han empujado…También.
Como ya era habitual en mi entorno, nadie habla, nadie pregunta, nadie dice nada y cambia la conversación cuando quieres tú hablar o explicar. No te otorgan ni siquiera la posibilidad de desahogarte. Además eres un estorbo y no se disimula este hecho. De ahí en más vives tus días con una casi desesperada necesidad de escapar, de salir corriendo de ahí, de irte lejos de toda esa opresión, de dejar de ser un mono de feria, porque encima no faltaban las ocasiones –y T sí que sabe buscarlas- de escuchar cómo sí se habla de ti, lo que quieren,  como quieren, a tus espaldas; los secretismos, los pactos de silencio. Y tú? Tú no sabes qué actitud tomar, pero sí sabes que tienes que callar, que tienes que aguantar, que no puedes dar ni la más mínima evidencia de que te están jodiendo…
Y, por supuesto, no faltaban los ataques energéticos: “Satanás” en tus genitales… Si, por parte de ella también…
Con la López habíamos quedado solamente que fuera a ver a los asistentes sociales… Y fui, vaya que fui, de un lado a otro, desde el hospital mismo hasta los centros del “Eixample”, el barrio de T. Lo que hallé fue en todos lados lo mismo: una pared, cuestionamientos que no tienen respuesta, preguntas que no hallan respuesta… Nada. Solo un ir y venir para nada.
Todo ese sufrimiento, ese someter a tortura no había traído ningún cambio. Al contrario, si se quiere más ensañamiento. La calle, “el patio” como lo llamo ahora, no había cambiado. Al contrario. Y cuando íbamos por la calle con T (que jamás me acompañó a ningún trámite de los que intenté hacer) porque íbamos a hacer la compra o a tomar algo, los beneplácitos del “patio” eran para ella. Como si estuvieran cumpliendo una venganza. ¡Cuánta ignorancia!, cuánta imbecilidad!, ¡Cuánta perversidad!
T. estaba empeñada en que tenía yo que ir a ver a la López y no había manera de hacerle entender que no habíamos quedado en nada. Un día, yo escuché la conversación, llamaron y ella atendió la llamada. Que era la López, que fuera urgente a verla, que cómo no había ido a verla, que yo estaba mintiendo, porque era la misma doctora la que había llamado. Flor de escándalo me montó.
Voy al hospital. Para la López toda una novedad, no sabía de qué le estaba hablando, que ella no había llamado. Recuerdo que intenté entonces aprovechando una ocasión en donde yo ya estaba lúcida y estábamos solas en su despacho, hablar en serio con ella, que pudiera ver lo que en realidad estaba haciendo conmigo. Todo buenamente, pero no hubo manera, “ella”? había determinado que yo tenía una cronicidad y eso no iba a cambiar. Me enojé muchísimo, me llené de ira, de indignación, de incredulidad e impotencia. No perdí los estribos, pero se lo dije, le dije que habían cometido -¡una vez más!- un crimen conmigo y que esto era parte del mismo juego…
Ya me estaba yendo, rumbo a la puerta, ella acompañándome, cuando me dijo algo sobre las “sectas”, que eran peligrosas o algo así. Recuerdo que me di vuelta y la miré… -con que era eso, no?- ¡”Católicos”!, -le espeté- ¡”católicos”! Se puso lívida, blanca como la espuma y la mirada cambió a la expresión de asombro y “tenga cuidado” en el mensaje. Yo no podía mas de la ira, de la indignación, de impotencia. Son palabras repetidas, pero es que eso es lo que es. Sientes que vas a reventar y no sabes ni por donde, ya que hacia afuera es inútil… y peligroso.
Salí de ahí echando chispas, maldiciendo a diestra y siniestra. ¿Pero qué habían hecho con todo lo que yo había hablado desde el San Joan de Deu hasta ahora?, si lo había venido repitiendo una y otra vez, son católicos y todo lo que pueden mover, o sea, todo. Cómo es que a esta mujer le sorprendía que yo se lo dijera en ese momento? Es que no había leído nada de todo lo que yo había expuesto? De que la loca de la que me parió era del Opus Dei –ah, porque ella, la López, también estaba contenta de que yo hubiera resuelto mi situación yendo a la casa de “mi madre” ¡La madre que la va a parir!, ¡¿Dónde estaba todo lo que yo había dicho?!, que parecían no estar ninguno enterado de nada! De dónde sacaba esta mujer lo de las “sectas”!Maldita sea, estaban escuchando a todo maldito dios,  menos a mí.
Hay algo que creo que saqué de bueno de todo este pasar por T.: Gestos, cabeceadas, imágenes, y vengo a comprender que no sólo me habían puesto cámaras en el Hogar Pagola de la calle Esparza en Buenos Aies, que no sólo me las habían puesto en los sitios donde había trabajado: Alejandro Ruiz, los Telles, y por donde fuera que había andado hasta entonces –salvo alguna honrosa excepción- sino que también lo habían hecho en el mismo hospital, con aquel hombre. Que de los exámenes que yo misma me hacía de mis hemorroides en la habitación del Pagola, habían hecho montajes en donde yo muestro, y expongo, ofrezco mi trasero… Y que por sobre todas las cosas, me habían hecho CULPABLE de lo ocurrido a aquella chica de la iglesia de Giménez… y me lo estaban haciendo pagar… Y que absolutamente nada había sido producto de la mera casualidad.

Para cualquier colaboración, CatalunyaCaixa, Cta. Cte. nº 20130050880201532512

muchas gracias.

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