martes, 6 de abril de 2010

REPRESALIAS

No pretendía insertar antes de terminar con el relato lo que aquí voy a referir, pero, por si se hiciera demasiado largo y por ello, muy lejano (o imposible), lo veo necesario.

Sabíamos que las represalias vendrían. Lo que se hace sasi impensable es cómo van a venir, por el abanico de posibilidades que tienen y se pueden sacar de la manga. Ahora se han presentado con un sin fin de torturas, siendo las energéticas las más pesadas y difíciles de soportar, ya que, al famoso "satanás", no sólo le han agregado el introducirte un montón de intrumentos en los genitales, el darte patadas en las costillas, aprisionarte el corazón, transmitirte "el infierno", sino que ahora han agregado el atacarte la parte ósea: las caderas y toda la parte ósea de la estructura genital. (Por favor, hablamos de energías).

Dicen que soportamos naturalmente 20 toneladas de atmósfera sobre nosotros (no será eso lo que nos mantiene con los pies en la tierra en vez de la ley de la gravedad). Pues ahora, cada noche, soporto ese peso multiplicado, sobre mis caderas, provocándome tremendos dolores que, por supuesto, no me dejan ni dormir.

Y ahí se encuentra uno como ese toro, tirado en la arena, herido de muerte, picado hasta lo exausto, con la oreja y el rabo cortados, escuchando en su inconciencia a lo lejos el rugir de la turba y preguntándose por qué; por qué la constante porvocación de un pequeñajo y sus arteras y saltarinas arremetidas, picándolo una y otra vez, provocándole heridas ardientes que poco a poco lo van debilitando en su interminable lucha, con todas sus fuerzas, de toro bravo y brioso, contra ese pequeñín provocador, que no para de retarlo y desafiarlo, y del cual tampoco tiene escapatoria, rodeado, sin salida, adentro del ruedo.
Y sigue el dolor del desangrado por las abiertas heridas que queman, que arden, que deseperan y exasperan, y enfuerecen cada minuto que pasa.
Y la gran pregunta ¿por qué?, ¿qué es lo que quiere o pretende ese pequeñajo ahí adelante, dando vueltas, provocándome para poder otra vez acertarme con su, ahora que lo conoces, aterrador pique? Y no puedes escapar; no hay por dónde.
"...Si al menos pudiera yo ensartarlo justo para que ya no se mueva más, para que me deje en paz!.."
Pero viene el atontamiento. El dolor es insoportable, se pierde la visión exacta...¡¿cómo acabar con éste dolor que cada vez es más instenso?!... Lucho con todas mis fuerzas aún. ¡Mira que soy fuerte! Pero el pequeñajo sigue ahí. Sigue provocando. ¿Pero, qué quieres?! ¡Para ya!
Y no sabes cuándo ni cómo, sobvreviene la caída, y al poco la muerte. Y en la nebulosa de la inconciencia escuchas el rugido de la turba y aún te preguntas ¿por qué? Y no hay respuesta. Y con el último resoplido, te vas...

Pero yo nací humana, de tu mismo tamaño y necesitas la turba para arremeter contra mí, como si yo fuera un gigante, y no alguien ... de tu tamaño.

Se puede explicar, bípedo implúmedo, que ese es TU PLACER? El acorralar, el provocar y asfixiar hasta matar a lo que es más fuerte, menos sometible, dominable, previo desgaste de sus tremendas fuerzas.

Porque no vas contra lo débil, contra lo que se te sujeta y se te somete voluntariamente, aunque con ello te saque ventaja (o sí, también); no, vas contra lo más libre, lo más independiente, lo más fuerte, y lo eliminas.

Y para tí, tanto en el reino "animal", como entre tus congéneres, ese es tu divertimento; y tu ganancia, en contante y sonante.
Patético, de tu parte, patético!

Qué es ese afán de somentimiento, de dominación que tienes siempre...?

No hay comentarios: